lunes, 1 de diciembre de 2008

HOJAS DE ROBLE MOJADAS



El teniente Reinhard “Teddy” Suhren tenía veinticinco años y era miembro de la flota de submarinos de la marina de guerra alemana, y comandante del submarino U-564. Su tripulación la conformaban chicos de no más de veintiún años y tanto ellos como sus oficiales, eran desenfadaos y cínicos tanto como eran jóvenes pues sabían - a la larga - que sus probabilidades de sobrevivir a la guerra eran mínimas.

Ese carácter, más la propaganda oficial, y una despiadada efectividad en combate, habían convertido a Teddy Surhen en una estrella pop de la guerra. Ningún comandante de submarinos, en ninguna guerra de ninguna otra época, sería tan mortífero que ese joven comandante que, en una noche sin luna del mes de mayo, tuvo ocurrencia de declararle la guerra a México sin saberlo.

Cerca de Florida, el 12 de mayo de 1942. Surhen encontró una nueva víctima, un buque petrolero, iluminado como si fuera un árbol de Navidad: algo fuera de lo común, pues todas las naves aliadas navegaban a oscuras, para evitar ser atacadas por los Lobos Grises de la Kriegsmarine.

Surhen dudó: solo las embarcaciones de países neutrales navegaban siempre con sus luces encendidas. Era una convención internacional. Además, pintaban en gran formato su bandera nacional a babor y estribor, era imposible no verlas.

- Es un imbécil que se cree muy seguro, ya sabes, como son los yankees - fue la opinión de Ferdinand Gessler, su primer oficial.

Teddy Surhen se pegó al periscopio. Qué molestia, carajo. Con un barco más que hundiera, le podría añadir a su Cruz de Hierro un par de Hojas de Roble: pero, sí, ahí estaba la maldita bandera.

- Verifica en el manual los siguientes colores - ordenó a Gessler - rojo-blanco-verde, en franjas verticales…

-¿Rojo-blanco-verde? ¿En franjas verticales? ¡No existe!

- ¿No existe? ¡Mierda, está enfrente de nosotros, rojo-blanco-verde en franjas verticales!

Teddy Surhen se decidió rápido: Vengan esas Hojas de Roble Mojadas, como les decían los submarinistas con humor negro a esas condecoraciones.

-¿Distancia al objetivo?

-¡Seiscientos metros!

-Corregir rumbo 167 grados, preparen torpedos de proa, uno y dos

-¡Torpedos listos y armados!

-Fuera uno…y dos…

El submarino se estremeció tras el lanzamiento de ambos torpedos y medio minuto después, una gran explosión iluminó el horizonte. El buque petrolero ardió hasta el amanecer. Su casco quedó partido en dos, formando una V de la victoria, tal y como permanece hasta hoy.

Teddy Surhen nunca lo supo, y tal vez nunca le importó saberlo, pero el buque en cuestión era el BT Potrero del Llano, de bandera mexicana.

Más sorprendido hubiera quedado de saber que la cancillería mexicana declaró la guerra a Italia, Alemania y Japón, al mismo tiempo. El Indio Fernández, dicen que dijo “Eso es tener huevos”, pero más bien, eso era tener un fino sentido de la distancia, pues más de diez mil kilómetros - y los Estados Unidos - separaban a México de cualquiera de sus “extraños enemigos”.

Fue hasta 1945, en Filipinas, cuando un contingente aéreo mexicano vio combate intensivamente en el frente del Pacífico.

México perdería cinco pilotos, pero según el General Douglas MacArthur, jefe de las fuerzas aliadas en el Pacífico, los pilotos del Escuadrón 201 de la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana habían sido responsables de eliminar (ellos solos, según don Douglas ) a 20,000 soldados del ejército imperial japonés.

Todo gracias a un par de Hojas de Roble mojadas, una bandera mexicana mal pintada y un teniente alemán con mala leche.

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