viernes, 20 de junio de 2008

"LLAMADME ISMAEL..."


Con esta frase – “Llamadme Ismael” - inicia una de las obras maestras de la literatura norteamericana: Moby Dick, de Herman Melville.

Se puede interpretar como una novela de aventuras, una versión más de la lucha primigenia entre el hombre y la bestia. Incluso, simbólicamente, la lucha entre el bien y el mal. Pero Melville es implacable, más aún que los villanos de su obra, por eso llenó su libro de analogías que son y serán válidas, por los siglos de los siglos, o hasta que el sol se funda, que es casi lo mismo.

Ismael, el narrador, se enrola en la tripulación de un buque ballenero, el Pequod, comandando por el capitán Acab, pero no llega a conocerlo personalmente sino hasta varios días después, cuando ya navegan en alta mar. Describe a toda la tripulación minuciosamente, pero al referirse al capitán, lo refiere como un individuo con una sola obsesión, que es la de cazar a una furiosa ballena blanca, a la que los arponeros del barco apodan Moby Dick.

En el capitán Acab la vida se ha reducido, sobre cualquier otro objetivo, a la venganza, aunque esto signifique la destrucción de su buque y la muerte de todos sus tripulantes. Sus subalternos se dan cuenta de esto, de una manera u otra llegan a la misma conclusión, pero dejan que la conducta obsesiva de su capitán los arrastre a todos sin remedio, siendo el clímax del relato el enfrentamiento final entre la tripulación del Pequod y la mítica ballena, quedando destrozado el buque, su tripulación muerta: Moby Dick ha triunfado, y Acab, atrapado entre las cuerdas de los arpones que erizan el lomo de la ballena blanca, es arrastrado a las profundidades del Atlántico Sur, prisionero final de su obsesión.

Ismael es el único que vive para contarlo, su historia es el relato de un sobreviviente.

Melville en su libro parece que intenta prevenir, para quien quiera leerlo, de los capitanes Acab de este mundo, que existen, que de ficticios solo tienen sus principios.

Son esos que insisten torpemente en destruir naves, aunque no sean las propias; y de arriesgar a sus tripulantes sin su consentimiento.

En estos comandantes derrotados, sus causas han superado a sus afectos, si es que los han tenido alguna vez.

Pensando en esto, ayer encendí una vela por la presunta tripulación de un capitancito Acab de nuestro tiempo, el impredecible señor López Obrador, que a falta de votos para alcanzar la presidencia de la república, pretende lanzarse a la caza de su muy personal ballena blanca, sin darle importancia a las consecuencias, así sea perder a su tripulación, o a dañar la nave, que, igual que pasaba con el Acab de Melville, tampoco le pertenecía.

Es condenable, sí, pero que la tripulación quede expectante y sin saber qué hacer, o que lo vea como una broma para humores feroces, es lo más preocupante de la situación.

PIPPA BACCA EN EL BOSQUECITO DE BAMBI

"Quiero demostrar que cuando uno confía en los demás recibe sólo cosas buenas"
- Guiseppina Pasqualino di Marineo, alias Pippa Bacca (1975-2008)


En abril pasado la artista de performance italiana Pippa Bacca, llevó a cabo una idea que venía madurando desde hacía algunos meses con su amiga, la también artista Silvia Moro.

El proyecto se llamó Brides on Tour y la idea era que ambas recorrieran algunos de los lugares más peligrosos de Europa y el Medio Oriente vestidas de novia y viajando en “autostop”, o como diríamos en México, “de aventón”.

La artista, entusiasmada, explicaba que el vestido de novia era una metáfora, pues estaba convencida de que te podías “casar” con el otro, compartir, conocerse y derribar los prejuicios. Cuando pones tu seguridad en manos de otro – dijo antes de partir - estás demostrando una confianza máxima. Y la mujer, después de todo, es la fuente de vida, de sensatez, de equilibrio… la reacción de la gente será de bondad, de interés, de reflexión.

Esa era la esencia misma del proyecto.

Las artistas decidieron salir de Milán en 8 de marzo, día en que se conmemora el Día de la Mujer Trabajadora. Su paso por Italia, Eslovenia, Croacia, Bosnia, Bulgaria, Grecia, Turquía, Siria, Líbano e Israel podía ser consultado en un blog que aún existe en la red, donde puntualmente sus amigos y público en general podrían seguirlas en su recorrido.

Las dos amigas llegaron juntas a Estambul, pero decidieron separarse, tomar rutas distintas y encontrarse una vez más en Beirut, a mediados de abril.

Pero Pippa Bacca no llegó a la cita.

El día once de ese mismo mes, a las afueras de un pueblo turco cerca de la frontera siria, un hombre con antecedentes penales la invitó a subir a su auto, se desvió a un camino secundario y la violó. Posteriormente la estranguló con el velo de su vestido blanco.

El cuerpo fue encontrado cinco días después, desnudo y enterrado en una tumba al ras de la tierra.

La conmoción en Italia no fue tan fuerte como lo fue en Turquía: este país espera con ansia su admisión a la Comunidad Europea.

El asesinato de una mujer occidental a manos de un turco conmocionó a los turcos de manera distinta. Unos, al comprender que era un golpe a las aspiraciones proeuropeas turcas, mostraron demasiado públicamente su repudio. Para otros, la realidad les mostró el rostro verdadero del país: oculto tras la cosmopolita fachada de Estambul, Turquía sigue cobijando una faz machista, violenta e intolerante. Es un país afectado por la dicotomía entre este y oeste, esa que ya sentenciaba proféticamente Rudyard Kipling: “Oriente es Oriente, Occidente es Occidente; y jamás habrán de juntarse”.

Por las razones que fueran, los turcos mostraron mayor rechazo a la violencia ejercida contra la artista, cuya muerte fue opacada en Italia pues allá los medios de comunicación estaban ocupados entonces por el retorno al poder de ese Mussolini de bolsillo que es Silvio Berlusconi.

Cuando leí la noticia me llamó la atención el fenómeno suicida que se da tanto entre los occidentales: ese de creer que el mundo es bueno, que debe seguir los valores occidentales por obligación o por ingenuidad.

Yo todavía no se quién mató a Pippa Bacca. No se si lo hizo un turco “demente”, o si lo hizo una sociedad que la hizo creer estúpidamente, como dijo salitrosamente Pérez Reverte, que solo se necesita un vestido de novia para convertir al mundo en el bosquecito de Bambi.

martes, 17 de junio de 2008

ARQUITECTURA CHINA Y CUENTOS CHINOS...

"Disculpe Usted, yo no sé hacer bromas con la arquitectura..."
- Dr Arq Joaquín Lorda

La Arquitectura es la más reaccionaria de las artes. Está alineada con los regímenes y con los poderosos. Esto decía Georges Bataille, sin darse por enterado de esa otra sentencia que emitiera Octavio Paz: "La Arquitectura es el testigo insobornable de la Historia".

Es cierto: la arquitectura - la última arquitectura y la más publicitada - tiene cada vez menos que ver con aquella sentencia de Norman Foster: La Arquitectura es sobre la gente y sus problemas.


En China, con motivo de los Juegos Olímpicos de Pekín, desde hace un lustro se abrieron las chequeras para venderle al resto del planeta la idea de que los represores, en el fondo, son esencialmente buenos. La paráfrasis obligada es de Ana Frank.

Y así, el mundo no se decide qué lado ver de China. Si es un régimen represivo con el que conviene estar de acuerdo, vivir la fiesta globalizadora de los juegos olímpicos - donde los juegos ya son lo de menos y los mensajes políticos son lo de más - y hacer como que no pasa nada; o de plano pasar por alta tanta maravilla y cuestionar, abiertamente, la carencia de derechos civiles de sus ciudadanos y los daños graves al medio ambiente que ese país hace cotidianamente, bajo un manto total de censura informativa.

Y como las imágenes valen más que mil palabras, los mandatarios chinos han conseguido que algunas de las firmas más importantes de arquitectura, especialmente de Europa, diseñen proyectos increíbles, apantalladores, costosísimos, novedosos... esos que no sobreviven a la moda de una década, y que en poco más de eso son derribados para ergir otros elefantes deslumbradores, si es que en ese tiempo todavía existe alguien a quién les interese deslumbrar.

La nueva arquitectura china - a final de cuentas es china porque está siendo diseñada ahí, aunque los edificios no guarden respeto por el entorno, ni tengan mucho que ver con alguna tradición artística local y aunque los únicos chinos en esos proyectos sean los que empujan las carretillas - hecha por occidentales es de ese tipo de obras que no son funcionales ni económicas, y, atención, existen para cualquier arquitecto cuatro factores que se deben tomar en cuenta a la hora de diseñar: economía, estabilidad, belleza y funcionalidad, las famosas estilitas, firmitas, venustas de Vitrubio.

Pueden ser proyectos escandalosos y llamativos, pero que un gobierno con asignaturas pendientes en muchos otros rubros destine tantos recursos a obras que se llevaran a cabo para apantallar a los visitantes, es un gobierno que no ha dejado atrás su pasado represivo y violento.

Claro, a este respecto y ante el business, cualquiera tiende a ser olvidadizo y dejarse llevar por la imagen, por la publicidad del Star System arquitectónico, que ante este tipo de encargos, reaccionan como los pasajeros de primera a bordo del Titanic: exigen que en los botes salvavidas se respete el privilegio de la Primera Clase, y el resto poco importa.

Esto viene a cuento porque falta poco para los olímpicos de Pekín. Pronto la televisión oficial china, la CCTV, que tendrá el monopolio de las imágenes en todos los eventos deportivos, nos mostrará un país feliz donde todos reman para el mismo lado. Y la arquitectura será cómplice de esto, irremediablemente, dándole la razón al viejo Bataille y a don Octavio Paz.


En lo personal, mi imagen favorita de esa China que todavía existe es ésta, la del "hombre del tanque", tomada por Charlie Cole durante la crisis de Tianamen, en 1989.

En Italia, un poeta tituló a esta fotografía "El desfile de un hombre solitario hacia la Ciudad Prohibida". La revista TIME llamó a ese personaje, "El Rebelde Desconocido", incluyéndolo en la lista de las cien personalidades más influyentes del Siglo XX, nada más y nada menos que al lado de Mohandas Ghandi, Franklin D Roosevelt y Juan Pablo II.

Ese verano de 1989, un millón de chinos protestaron contra su gobierno, que básicamente es el mismo que ahora levanta edifcios de alta tecnología en Pekín, mientras en otras áreas del país construye escuelas y hospitales con un nivel de calidad ínfimo, como las que aplastaron a cientos de niños chinos el mes de abril pasado, durante un terremoto de medianas proporciones.

El Rebelde Desconocido detuvo por noventa minutos una columna de diecisiete tanques, simplemente colocándose frente a ellos, sin otra arma que la compra que acababa de hacer en el súper una hora antes: "¿Qué no ha habido suficientes muertes? Deberían marcharse. Mi ciudad está en caos por culpa de Ustedes ". Nadie supo qué fue de él: poco después se desató la masacre que costaría la vida a muchos de los protestantes. Tal vez lleve una existencia común y corriente en algún lado, o tal vez haya muerto ese mismo día. Nadie lo sabe.

Si estuviera vivo - y espero que lo esté - me gustaría preguntarle qué piensa del proyecto de Herzog y Meuron para el estadio olímpico, que es una poetización cándida del nido de un pájaro; o de la imponente torre de CCTV de Rem Koolhaas; o del proyecto de los autralianos de PTW para la alberca olímpica, que seguramente está inspirado en la casa de Bob Esponja.

Me gustaría, digo, porque a final de cuentas, si es cierto que la arquitectura es el testigo insobornable de la historia, parece que alguien ya le llegó al precio.

06/16/2008