domingo, 22 de agosto de 2010

Mermelada de Cucaracha: La Felicidad Nacional Bruta, Bobby Kennedy y un rey de Bután

Mermelada de Cucaracha: La Felicidad Nacional Bruta, Bobby Kennedy y un rey de Bután

La Felicidad Nacional Bruta, Bobby Kennedy y un rey de Bután




Hacia 1974, en una mañana de esas en las que uno no tiene nada que hacer, Syngie Wangchuck V, rey de Bután, concluyó que los índices que existían para medir el progreso de los países – muy específicamente el del Producto Nacional Bruto - no tenía cabida en su reino y se inventó el índice de Felicidad Nacional Bruta.

Bután es un diminuto reino enclavado entre los gigantes de China e India, un lugar donde hasta hace cincuenta años no existía moneda de curso legal, sin carreteras o escuelas públicas. Cerrado al resto del mundo, fue gracias a las iniciativas del rey Syngie que ahora cuentan con elecciones democráticas, libertad de prensa, telefonía, internet y televisión. Todo en menos de treinta años: un ejemplo para aquellos memos que creen que los cambios estructurales son graduales.

También ya tienen un puñado de siquiatras, lo que ya preocupa a más de un funcionario del ente gubernamental encargado de la felicidad del país, aunque no tanto. Tal vez los focos rojos solo se encienden si aumenta el número de abogados.

Como todas las buenas historias con giro alternativo, la del índice butanés cuenta con sus mayores fanáticos en gente de credibilidad vacilante: vegetarianos extremos, hippies Benetton, maestros de yoga con o sin programa de tele, blogueros espiritualistas, socialistas semibudistas y el presidente de Brasil.

Y sus aplausos a tan novedoso sistema evita que se recuerde – por ejemplo -que cien mil nepaleses étnicos que vivían en Bután desde hacía varias generaciones fueron expulsados del país por no ser lo suficientemente felices, o algo así, para los estándares del rey, o que, simplemente, el sistema de medición llegue ser bastante inexacto en principio, aunque a la larga puede arrojar datos fidedignos… si no se manipulan a conveniencia.

Despegando desde la buena fe, digamos que el sistema es bueno y ya tiene sus adeptos: Australia, país que usa todos los sistemas que existen para medir sus avances sociales y económicos, aplica el del Centro de Estudios Butaneses para la Felicidad Nacional, que ha determinado que el país de los canguros y los koalas es desde el 2005 el país más feliz de la tierra. Algo tendrá de válido el sistema del rey Syngie, pues en la última investigación que hizo Newsweek sobre los mejores países del mundo, Australia ocupa el cuarto lugar por segunda vez al hilo, solo detrás de Suecia, Suiza y Finlandia, que serán lo que sea, pero tienen un clima horrible al menos la mitad del año.

Robert Kennedy, butanés por intuición, cuestionó los criterios que usa la economía neoclásica para generar el Producto Nacional Bruto:

“Toma en cuenta la contaminación ambiental y los anuncios de tabaco, las ambulancias que llegan con urgencia a levantar muertos y heridos en los accidentes carreteros. Registra las cerraduras que compramos para las puertas de nuestras casas y las cárceles que se construyen para alojar a quienes las violentan… pero ignora por completo la belleza de nuestra poesía, la fortaleza de nuestras familias, nuestra inteligencia para debatir públicamente o la integridad de nuestros empleados públicos. No mide nuestro ingenio, o nuestra entereza, ni nuestra sabiduría o disposición para aprender. Ignora nuestra capacidad para ser compasivos o nuestro amor hacia nuestro país. En breve, lo mide todo, excepto aquello que hace que vivir valga la pena…”

Bobby Kennedy tenía razón. Y aunque Bután siempre se ha negado a decir qué tan felices son sus ciudadanos, los parámetros que se usan para determinar la felicidad parten de temas que inciden en el bienestar de cualquier sociedad:

1. Un desarrollo socioeconómico sostenible y equitativo.
2. La preservación y promoción de la cultura.
3. La conservación del medio ambiente.
4. El buen gobierno.

El Centro de Estudios Butaneses tomó en cuenta estos temas y bajo auspicio del rey logró hacer que prácticamente la burocracia del país girara en torno a la búsqueda de la felicidad, proponiéndose a hacer medibles sus resultados en nueve rubros principales: Bienestar psicológico, Uso del tiempo, Vitalidad de la comunidad, Cultura, Salud, Educación, Diversidad medioambiental, Nivel de vida y Gobierno.

La encuesta personal es el medio por el que el gobierno obtiene la información que proporciona los resultados.

Aún en eso, los cuestionarios son sui géneris: “¿Ha perdido mucho sueño por sus preocupaciones?“. “¿En su opinión, qué tan independientes son nuestros tribunales?“. “¿En el último mes, con qué frecuencia socializó con sus vecinos?”. “¿Cuenta usted cuentos tradicionales a sus hijos?“, y mi favorita: “¿Ha percibido cambios este año en el diseño arquitectónico de las casas de Bután?“

Charlatanería o exageración, realidad o lo que sea, pero algo le están aprendiendo los canadienses y australianos al Bután. En México, lo más probable es que al menos les envidiemos tener líderes tan originales.